sábado, 15 de enero de 2011

Una las dos.

Hace unos cuantos años atrás yo conocía a Cotoncha, ella estaba en cada rincón de mi, confundida en mi piel, derretida en mis pupilas, en el iris de mis ojos. Estancada en mi garganta, en el vómito de una lluvia de gritos que hacían eco en el lugar más alejado del mundo. Y para ese entonces era mi cuerpo con otro nombre, Ximena.
Ximena era la flor y Cotoncha las espinas. Ximena escribía en el cuaderno y Cotoncha se lo mostraba al mundo sin miedo, sin barreras y orgullosa. Convencida, impetuosa, temperamental y sin duda alguna que segura. Ximena era tolerancia y Cotoncha convicción. Ximena era el vaso lleno de ideas y Cotoncha el trago que lo desbordaba. Y a medida que el tiempo pasaba se llenaba mas el vaso, cada vez más, con ideas, con el vómito de gritos en la garganta, con las pupilas dilatadas de ver tantos colores y no poder pintarlos. Y cuando el vaso cayó conocí a Cotoncha, y el contenido de el primero se derramó en todo mi cuerpo, y el borde de cada partícula vidriosa de él penetraron en mi piel como una jeringa. Y no eran heridas que dolían, eran heridas que sanaban; era sangre de la buena, un sentimiento parecido al de despertarse de un domingo resaquero con el sol en la ventana y una mañana que da el pie a otro día. Desde ese entonces Cotoncha y yo caminamos juntas, recorrimos borrando fronteras enteras en nuestra sangre, desde el latido que bombeaba en lo más profundo del corazón, hasta el mínimo deseo de querer abrir la cortina y dejar entrar el sol en la mañana. ¿Y que si me preguntan mi nombre qué digo? Me vale que desde que dejé de escribirle cartas al señor que entraba por la chimenea y levantarme temprano a recoger sus regalos, mi nombre no ha cambiado ni modificado nada. Hay cosas más lindas de las que podemos disfrutar antes de ponerle un nombre a todo, o inventar diccionarios. Y desde que ella y yo formamos una las dos he vivido algunas de esas cosas lindas que tiene la vida y sé que me esperan muchas más por descubrir. Aunque hayan noches en las que aún sienta esa sinestesia constante, hay cosas más importantes que un millón de preguntas y un cerebro para pensar. Y estoy dispuesta a ir por ellas, y por todo aquello con lo que sueño cambiar, y también por lo que quiero diferente, o así como está. Tengo en mi cuerpo a una luz re linda que conocí y a otra que ya formaba parte de lo que soy hoy, y Cotoncha o Ximena es lo mismo, somos una las dos.

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