miércoles, 22 de septiembre de 2010

Un millon de cocineras del amor.

La aguja casi siempre marcaba las 12:30 pero de pura casualidad, entonces caía el mediodía y contra mi voluntad o no allá arrancaba a caminar al almacén, esas dos cuadras con la lista de ingredientes y todo aquello que necesitase mamá para cocinar.
Siempre la primera en enterarme de que iba a haber para almorzar, y me sentaba en la silla de la cocina-comedor a ver a mamá preparar el almuerzo.
-Hoy comemos tortilla (dijo mamá).
Y luego agarró el bowl y comenzó a mezclar las papas con la harina de garbanzo y lo demás. Con toda paciencia esperó a el momento exacto para volcar la mezcla en el sarten con aceite que esperaba en la hornalla para darle forma a la mezcla de garbanzo y papas. Luego casi que con pinzas la daba vuelta, atendiendo al mismo tiempo que no se le fuera a quemar, ni a deshacer ni a pegar, ya preparando la cantidad para la otra que fuese a cocinar. Finalmente con toda delicadeza desmoldó la tortilla y la colocó sobre el plato, reluciente, crocante y casi viva, con ganas de ser comida, apetitosa.
Y yo que no le había cocinado un plato de arroz en mi vida fui a darme cuenta de que era cocinera. Sí, terrible cocinera del amor era. Como lo eran tantos, como lo era mi amiga que ahora estaba de novia, como lo fueron los miles de padres casados y como lo era cada uno de nosotros que de alguien haya gustado.
Juntando los ingredientes necesarios para encantar a quien quisiera, una pizca de coquetería, media taza de mi mejor sonrisa y unas cucharadas a gusto de cariño seguro. Controlando todo el tiempo que la tortilla no se desmolde, ni muy empalagosa, ni muy salada, tampoco agridulce, a nadie le gusta todo mezclado e indefinido, menos si se trata de recetas de amor. Y así una se pasa cocinando tortillas, controlando hasta desmoldarla, poniendo todo de si para un buen resultado. La cosa es cuando la tortilla se deshace, o cuando ya desde un principio algo en los ingredientes no estaba bien. Hay tortillas que ya vienen predestinadas así, generalmente las que vienen preparadas no tienen mucha pasión, ni ese frenesí en que una se pone a cocinar, pero una recurre a ellas cuando se cansa de condimentar tortillas y volver a preparar.
Y luego el condimento mas lindo que es el amor, vá y destroza ambas tortillas con cuchillo y tenedor, destrozando todo ese alimento elaborado que se costó tanto preparar.
Conclusión: No hay que pasarse la vida cocinado tortillas, porque casi siempre tienen fecha de vencimiento, y algunas son feas de probar! Y por supuesto, no hay tortilla ni cocinera que pueda conseguir la receta perfecta del amor.


Salú!

lunes, 20 de septiembre de 2010

Una tarde en la capital.

Allá andaba yo, sentada junto a la columna en aquel muro de cemento y bloques viendo caer la noche como tantas había visto caer un tiempo atrás.
Observaba la confusa capital que estaba siendo sacudida por todos aquellos autos, que iban y venían por las avenidas, que doblaban y cruzaban, de los que se escapaban señores y señoras por sus ventanas, enojados con el que hubiera entorpecido el camino en aquella loca pista de asfalto con sabor a humo y mar.
El viento se paseaba por mis ojos y entre mis pestañas sentía la brisa también, en los espacios de las medias de red se filtraba y la piel se me ponía como de gallina, dándole nada de importancia igual, observaba contemplando la hermosura de dejarse llevar sin tener que medir el tiempo, sin tener que fijarse o ponerse a pensar en el qué dirán.
La gente pasaba y miraba escondida, sin inferir en mis pupilas dilatadas que los dejaban a todos difuminados y borrosos, sin darles pie ni si quiera a compartir el muro, o a pedir tan solo la hora, o el mechero.
Mi mente no se dignaba a despertarse, flotaba y se paseaba dentro de mi cabeza como los niños saltaban en la cama elástica en septiembre, disfrutando el cumpleaños de Nicolás.
Más tarde crucé a la otra senda para ir a recostarme a la garita donde paraban los ómnibus, entonces estiré las piernas y en la unión de una pared de madera y otra apoyé mi espalda cómodamente como si fuera un sofá.
Un grillo se vino a posar sobre la caja de vino de unos muchachos que esperaban impacientes y escandalosos a unas chicas que venían desde La Comercial. Pasó el tiempo con minutos de eternidad y al fin llegaron, sostenidas por botellas de vodka y cenizas en los pantalones, riéndose hasta doler la panza, elevando sus cuellos al viento, tropezando con los tacos y las pocas ganas de caminar. Allí se quedaron hablando y bebiendo, dos por tres me miraban y desviaban rápidamente la mirada, como quien observa, se retrae y trata de disimular. Al poco tiempo el aire se llenó de alcohol y de la vereda del frente aparecieron otros muchachos, lastimando los oídos de todo el que estaba en las cercanías con los vidrios de botellas, y piedras que habrían juntado listos para atacar. Cuando me fui a levantar del piso no estaban, ya ni el grillo quedaba sobre la caja en aquel lugar. Sin esperar mucho que al rato, de entre las palmeras se logró levantar aquella chica, arreglándose los lentes y analizando con los ojos entreabiertos mi actuar. No tardó en acercarse, y levantando la caja mojó la herida en el hombro que apenas rozo el vino paro de sangrar. Nos adentramos en el parque, haciendo terribles andanzas del baño químico del lugar. Cuando el ultimo beso soltó, salimos de allí regalando risas a la noche, ni el nombre me sabía, y la madrugaba comenzaba a aclarar el cielo, una vez más. Después de convencerme de que en minutos estaría en su casa, en su hogar, vino el taxi por mi y fui a marcar el boleto a la terminal. Me fui con su collar, los $50 que sobraron del viaje a las tres cruces y un perfume con las fragancias de su encanto embotelladas en mi recordar.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Réquiem de las pesadillas del enojo.

Para dentro de unos minutos puedo pronosticar el tiempo, tormenta de gritos. Usar paraguas, que habrán finas lluvias de insultos y quién sabe qué mas.
Mi boca se cierra, esquivando la mirada de quien habla y quedando a la deriva, perdiéndose en el aire tenso que rodea ahora el entorno de quienes están.
La lucha de poderes comienza, a ver quien prevalece, a ver quien logra intimidar más, mezclando instinto con razón, aunque el primero sea el que se sienta más.
Las palabras se desatan como cuerdas enrolladas desenlazándose, en una cadena continua que nunca se rompe, llegando a ser cada vez más el peso de ellas, cada vez más hirientes, cada vez más irreparable el daño, todo cada vez más.
Mi voz se eleva progresivamente rompiendo el silencio y mi seño se frunce, mis ganas de gritar se quedan bien apretadas entre los dientes, haciendo fuerza para no salir.
La sala se torna un manicomio, para no romper contexto las paredes están blancas y ahora el piso la ropa y lo que me rodea, también lo están. Impulso llama a violencia y mis brazos se vuelven chalecos de fuerza intentando no reaccionar ante las ganas de llevar las palabras hacia la fuerza corporal.
Gritos vienen, gritos van, pero de atrás de los oídos a todos nos salen barreras que aunque escuchemos, no nos permiten asimilar.
Se abre un portal, la situación sobrepasa mis limites de entendimiento y ahora intento elevar la discusión a un silencio natural. Ante esto fracaso, y se vuelve a pintar todo de blanco. Las paredes de mi mente son como espejos de distintas situaciones en la que me encuentro a mi misma canalizando mi energía en atentados contra mi anatomía.
Se cierra el portal y todo sigue su transcurso, vuelve el aire tenso, camino de un lado a otro disparando portazos, ahora todo se volvió mas tenso y no hay más que buscar la salida. Ahora por fin logro escaparme, las calles se extienden a medida que apuro el paso y parece una eternidad. Ahora mi entorno ya no importa, porque es mi mente la que piensa e imagina los espejos nuevamente, y el entorno solo observa sin comentar.
En cada humano un mundo, cada uno en su propia realidad. Detengo el paso, me canso, estoy bastante lejos ahora y el agua se empieza a calmar.
No hay nada que el aire no pueda arreglar, si uno se encerrase, estaría bloqueando su mente y construyendo su propia jaula, en un punto bastante alejado de la realidad.
Más tarde comprendí el poder del enojo, y que no se debe colgar a la mente en un clima que no da, de stressarla e internarla a concentrarse en un estado demencial, de no dejar crecer los espejos, de no dejar a la boca hablar sin pensar.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Bienvenidos al show, primera función, accion, apagar el celular.

Desde los 5 años que hago Teatro, a esa altura hacía en el Teatro de la Mancha, me acuerdo. A los 6 tuve mi primera actuación, en el Teatro Cantegril. Lleno de gente, un público divino, teníamos que gritar bastante también, la voz de una niña de 6 años no tenia derecho a compararse en lo absoluto con el eco oxidante que inundaba desde la primera a la última butaca en aquel gran salón. Recuerdo que esa vez, tenía un muy gris disfraz de ratón, y en un momento dado ese ratón tenía que correr, entonces elevando mi cuerpo para despegar el impulso y finalmente avanzar, tropecé enredada con la cola que portaba aquel disfraz, rodé un par de veces y rápidamente me levanté. El público entero, del cual formaban parte madres y abuelas maravilladas de emoción, algunas tías inquietas haciendo de la obra una radiografía con los flashes de las cámaras, y algunos padres tensos revisando que no hubiese ningún error, se rió liberando todo tipo de contractura nublando el teatro de carcajadas.
Dos años más tarde ir al Teatro se tornó como levantarse a desayunar por la mañana. Y ahora, no solo el desayuno, almuerzo merienda y cena también. Pero no siempre de arriba del escenario, últimamente me entrevero más haciendo de espectador, y aunque jamas he de quejarme, y es donde me encanta estar, visto de in-originalidad al Teatro e inevitablemente empiezo a observar.
En el Teatro hay gente de todo tipo, pero a todos nos une el Teatro. Están los súper Teatrologos, que son esos que necesitan mostrarle al público excesiva y obscesivamente cuanto saben de obras, y de escritores, llegando hasta el punto de desafiar a las actrices y actores que se encuentren allí. Correcta vestimenta formal, traje los señores, y señoras bien maquilladas, nada normal, polleras de antaño y sombreros bizarros.
También están los Flower Power Theater, infaltables a media hora de que empieze la obra fumando un porro con algún vino, en la entrada principal. Bien reunidos, con actitud de payaso de obra callejera, visten el Teatro de informalidad, con babuchas de diversos colores y camisas Kurt Cobain.
La generación de estudiantes que necesitan marcar presencia de que forman parte de la escuela nunca falta, haciendo de mínimas cosas una presentación dramática para que todos aquellos que estén vean sus dotes para actuar. Símbolos que los caracterizan: collares con las caras de tragi-comedia, o pulseras, tobilleras, etc.
La élite del profesorado, caminando de una manera elegantemente, con el rostro escupiendo superioridad, sentándose en los mejores lugares, y hablando entendidamente de la obra a presentarse y de quienes actuaran.
Por fin llegamos a la parte de los Risotones, que son gente que siempre visita las obras de teatro, más cuando estas son súper recomendadas para el típico burgués de capital, que cae de sombrero y tapado, como ambientándose en Ciudad Vieja unos años atrás. Como lo dice el nombre, siempre estarán riéndose con los chistes finos que nadie entiende, inclusive cuando son de 500 años de antes de Cristo, o más.
A el Teatro le falta esa chispa, de romper la pose para sentirte liberado de verdad.
Pero tiene esa otra, de ir todos juntos e inclusive esperar a la otra función que se dará de imprevisto, si no alcanza el lugar.
Y aunque no sean las salas de Broadway, para mí siempre va a alcanzar el lugar. ME visto de mil maneras, y cambio de personaje cada año al finalizar.
Por eso el Teatro no tiene raza, ni idioma, ni un status económico social, el Teatro que está en el centro es de todos, y quien quiera lo puede disfrutar.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Player Uno y Player Dos en tratar de zafar del juego.

Esto no fue nunca lo que nos planteamos, eso todo aquel que lo pueda relacionar y hacer propio, sabe darle el significado que merece.

Acto 1: El primer eslabón se despide al instante, ingenuo y distante.

Player Uno avanza.
Player Dos responde.

Player Uno deja comenzar la cadena, Player Dos baila encantada con el sol de su lado.
Player Uno dice: Hoy salgo a romper la noche.
Player Dos dice: Yo no tengo planes, después veré que hago (se puede traducir también: invitame a hacer algo).

Player Uno sabe que cuenta con el viento de su lado.
Player Dos cree respirar aire cálido.

Acto 2: El encantamiento.

Player Uno arrincona e inesperadamente genera el beso.
Player Dos cae a sus labios y su reloj se paraliza deteniendo el tiempo.

Player Uno se desprende con libertad y le muestra a Player Dos cuanta facilidad tiene en el campo de juego y cuan poco le molesta que Player Dos la vea coquetear.
Player Dos deja de ser un player, y se convierte en una persona con corazón, sonrisa y sentimientos.

Player Uno no deja de agregar eslabones para continuar la cadena.
Ex Player Dos se entrega al juego encantada con la fría brisa que Player Uno impregnó en sus labios.

Acto 3: De como la cadena se va desmoronando.

Player Uno deja en stand-by a sus otras players porque su novia la descubre entonces se mantiene ocupada ideando otro juego para rearmar la cadena con esa a la que le dice Te amo.
Ex Player Dos ahora sabe que participo de un juego, pero prefiere jugar a ser la amante de Player Uno y hacer cornuda a su novia.

Player Uno no despierta interés en Player Dos.
Ex Player Dos le hace saber a Player Uno que ya entendió su juego y oscila obsesiva tomando nota de todas las mentiras de Player Uno.

Acto 4: Un beso no significa nada.

Player Uno no se interesa más por Player Dos y besa a otra chica en frente de Player Dos, que va a ser la próxima con la que establezca el mismo juego.
Ex Player Dos se desilusiona completamente y se deprime convenciéndose de que no tiene ningún futuro con Player Dos.

Player Uno ya conoce este juego bien de bien y sigue ilusionando a Player Dos.
Player Dos recae como una boluda y ahora todo lo que la rodea gira entorno a Player Uno.

Player Uno es una chota, obviamente va a seguir implementando este juego con toda aquella que no haya probado, y Players Dos siempre hay.
Player Dos va a seguir enganchada con Player Uno, hasta que se canse y finalmente logre volver a un estado de independencia de ese tipo de Players Uno.
Llegando a la conclusión de que cada vez que aparece Ella, vos la vas a buscar. Ella esta en todos lados. Ella tiene el poder de hacerte hacer y decir cuan cosa quiera.
Player Dos siempre fue la que tuvo algo con Player Uno, pero no Player Uno con Player Dos.
Por suerte dos por tres se cambian los roles, y Player Uno siempre va a tener las puertas abiertas para convertirse en Player Dos.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Severina, Melissa, y una pelota inflable.

Bailaba el jueves pintado de gris para Severina, de entre ratos se venía el apagón y silencio recorría hasta los mas oscuros rincones de la casa, se suspendía el tiempo e ironicamente lo unico que se escuchaba era el tic-toc del reloj, que era a pilas, entonces funcionaba.
Allí se encontraban Rosita y ella como en todos los momentos de apagón, contemplando el silencio alrededor de la mesa sin hacer nada, esperando al valiente que se decidiese a salir y entregarse a la lluvia.
El tiempo pasaba y la luz no volvía, Rosita de a ratos miraba a Severina y mientras cebaba mate le decía: Si para vas hasta la almacén, asi comemo' unas galletitas para merendar.
Finalmente el aburrimiento y el encierro le pudieron a el agua, y entre campera y gorro emprendió Severina el camino a la almacén. Finalmente compró el dulce de Zapallo para Rosita y los guantes talle mediano, y cuando caminaba por la bajada una nena a la salida de un bar la miró y le dijo:

-¿Como te llamás?.
-Severina. ¿Y vos linda?.
(la nena se sonrió y siguió jugando con su pelota inflable, luego levantó la mirada y respondió).
-Melissa.
-¡Melissa! Que lindo nombre, ojala me hubieran llamado como a vos.
(Melissa no contestó nada, tomó un puñado de pedregullo y extendió la mano hacia Severina).

En ese momento el tiempo se suspendió y la pelota inflable de Melissa resbaló entre el pasto y la vereda, para ir a terminar abajo de la rueda de aquella camioneta verde Mehari.
Severina quedó atónita a lo que había pasado y fijó los ojos en Melissa, que desdibujo toda sonrisa y se le caia una lagrima del ojo derecho.
Pronto se le cayeron más, y más, y dijo titubeando:

-Ya no tengo la pelota para jugar.
-No.. Pero tenemos las piedritas! Ves? -y se las devolvió-.

Melissa no entendió, de seguro quedó pensando en que las piedritas eran solo piedras insignificantes, y que en nada se asemejaban a una pelota inflable.
O que quizás Severina lo dijo solamente por el hecho de decir algo. Siempre hay personas que hacen eso.
Y Severina caminó su cuadra hasta su casa, así, sin más, sin despedirse ni nada.
Más tarde Melissa iba a entender, que en realidad las cosas mas pequeñas son las que hacen grandes cambios, diferencias, y que no todo lo material debe tener valor.
Ni el dinero ni ningún regalo pueden hacer la amistad, o el amor. Y si se pudiese no sería amor, sino algo que se le parece.