viernes, 17 de septiembre de 2010

Réquiem de las pesadillas del enojo.

Para dentro de unos minutos puedo pronosticar el tiempo, tormenta de gritos. Usar paraguas, que habrán finas lluvias de insultos y quién sabe qué mas.
Mi boca se cierra, esquivando la mirada de quien habla y quedando a la deriva, perdiéndose en el aire tenso que rodea ahora el entorno de quienes están.
La lucha de poderes comienza, a ver quien prevalece, a ver quien logra intimidar más, mezclando instinto con razón, aunque el primero sea el que se sienta más.
Las palabras se desatan como cuerdas enrolladas desenlazándose, en una cadena continua que nunca se rompe, llegando a ser cada vez más el peso de ellas, cada vez más hirientes, cada vez más irreparable el daño, todo cada vez más.
Mi voz se eleva progresivamente rompiendo el silencio y mi seño se frunce, mis ganas de gritar se quedan bien apretadas entre los dientes, haciendo fuerza para no salir.
La sala se torna un manicomio, para no romper contexto las paredes están blancas y ahora el piso la ropa y lo que me rodea, también lo están. Impulso llama a violencia y mis brazos se vuelven chalecos de fuerza intentando no reaccionar ante las ganas de llevar las palabras hacia la fuerza corporal.
Gritos vienen, gritos van, pero de atrás de los oídos a todos nos salen barreras que aunque escuchemos, no nos permiten asimilar.
Se abre un portal, la situación sobrepasa mis limites de entendimiento y ahora intento elevar la discusión a un silencio natural. Ante esto fracaso, y se vuelve a pintar todo de blanco. Las paredes de mi mente son como espejos de distintas situaciones en la que me encuentro a mi misma canalizando mi energía en atentados contra mi anatomía.
Se cierra el portal y todo sigue su transcurso, vuelve el aire tenso, camino de un lado a otro disparando portazos, ahora todo se volvió mas tenso y no hay más que buscar la salida. Ahora por fin logro escaparme, las calles se extienden a medida que apuro el paso y parece una eternidad. Ahora mi entorno ya no importa, porque es mi mente la que piensa e imagina los espejos nuevamente, y el entorno solo observa sin comentar.
En cada humano un mundo, cada uno en su propia realidad. Detengo el paso, me canso, estoy bastante lejos ahora y el agua se empieza a calmar.
No hay nada que el aire no pueda arreglar, si uno se encerrase, estaría bloqueando su mente y construyendo su propia jaula, en un punto bastante alejado de la realidad.
Más tarde comprendí el poder del enojo, y que no se debe colgar a la mente en un clima que no da, de stressarla e internarla a concentrarse en un estado demencial, de no dejar crecer los espejos, de no dejar a la boca hablar sin pensar.

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