domingo, 12 de septiembre de 2010

Bienvenidos al show, primera función, accion, apagar el celular.

Desde los 5 años que hago Teatro, a esa altura hacía en el Teatro de la Mancha, me acuerdo. A los 6 tuve mi primera actuación, en el Teatro Cantegril. Lleno de gente, un público divino, teníamos que gritar bastante también, la voz de una niña de 6 años no tenia derecho a compararse en lo absoluto con el eco oxidante que inundaba desde la primera a la última butaca en aquel gran salón. Recuerdo que esa vez, tenía un muy gris disfraz de ratón, y en un momento dado ese ratón tenía que correr, entonces elevando mi cuerpo para despegar el impulso y finalmente avanzar, tropecé enredada con la cola que portaba aquel disfraz, rodé un par de veces y rápidamente me levanté. El público entero, del cual formaban parte madres y abuelas maravilladas de emoción, algunas tías inquietas haciendo de la obra una radiografía con los flashes de las cámaras, y algunos padres tensos revisando que no hubiese ningún error, se rió liberando todo tipo de contractura nublando el teatro de carcajadas.
Dos años más tarde ir al Teatro se tornó como levantarse a desayunar por la mañana. Y ahora, no solo el desayuno, almuerzo merienda y cena también. Pero no siempre de arriba del escenario, últimamente me entrevero más haciendo de espectador, y aunque jamas he de quejarme, y es donde me encanta estar, visto de in-originalidad al Teatro e inevitablemente empiezo a observar.
En el Teatro hay gente de todo tipo, pero a todos nos une el Teatro. Están los súper Teatrologos, que son esos que necesitan mostrarle al público excesiva y obscesivamente cuanto saben de obras, y de escritores, llegando hasta el punto de desafiar a las actrices y actores que se encuentren allí. Correcta vestimenta formal, traje los señores, y señoras bien maquilladas, nada normal, polleras de antaño y sombreros bizarros.
También están los Flower Power Theater, infaltables a media hora de que empieze la obra fumando un porro con algún vino, en la entrada principal. Bien reunidos, con actitud de payaso de obra callejera, visten el Teatro de informalidad, con babuchas de diversos colores y camisas Kurt Cobain.
La generación de estudiantes que necesitan marcar presencia de que forman parte de la escuela nunca falta, haciendo de mínimas cosas una presentación dramática para que todos aquellos que estén vean sus dotes para actuar. Símbolos que los caracterizan: collares con las caras de tragi-comedia, o pulseras, tobilleras, etc.
La élite del profesorado, caminando de una manera elegantemente, con el rostro escupiendo superioridad, sentándose en los mejores lugares, y hablando entendidamente de la obra a presentarse y de quienes actuaran.
Por fin llegamos a la parte de los Risotones, que son gente que siempre visita las obras de teatro, más cuando estas son súper recomendadas para el típico burgués de capital, que cae de sombrero y tapado, como ambientándose en Ciudad Vieja unos años atrás. Como lo dice el nombre, siempre estarán riéndose con los chistes finos que nadie entiende, inclusive cuando son de 500 años de antes de Cristo, o más.
A el Teatro le falta esa chispa, de romper la pose para sentirte liberado de verdad.
Pero tiene esa otra, de ir todos juntos e inclusive esperar a la otra función que se dará de imprevisto, si no alcanza el lugar.
Y aunque no sean las salas de Broadway, para mí siempre va a alcanzar el lugar. ME visto de mil maneras, y cambio de personaje cada año al finalizar.
Por eso el Teatro no tiene raza, ni idioma, ni un status económico social, el Teatro que está en el centro es de todos, y quien quiera lo puede disfrutar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario