Me despertó el día con un sol radiante, se filtraban los rayos de luz por el mosquitero en el ventanal, y el cielo más celeste-azul que nunca con un día cargado de tareas.
Cayó la tarde y cuando volví a mirar por el ventanal estaba todo oscuro, y lo único que se veía era el reflejo de la lámpara.
Triste sensación se apoderó de mi, yo que me había pasado la tarde del aula al recreo e inversa, y pensar que en el fondo de casa tenía las plantas y el viento a mis pies, sin volver a llamar al sol, que metamorfoseaba en barrera y se ponía al frío.
Ya resignada dejé de llorarle al día, reclamándole naturaleza y después de haber hecho todo, sentía una sensación de que algo faltaba, y ese algo me llevó de paso en paso al escritorio, a caer de vuelta con el peso del día sobre la libreta, después de todo, sentía que algo iba a escupir la birome , de entre conceptos y matemática.
Allá me senté, con la lámpara desafiándome y 20 renglones que cada vez se hacían mas largos, las dos primeras palabras las taché, y luego los primeros cinco renglones se transformaron en un desparramo de tinta azul y manchas.
Luego detuve el tiempo a mi alrededor, y fijé la vista en el papel, totalmente inconsciente de que el minutero seguía avanzando, me perdí entre rayas azules y espacios blancos, suspendiendo el pensar para expresar, e interrumpió el silencioso momento esa gota que desprendió el techo que vino a caer sobre la goma de borrar.
Realidad me había llamado y respondí, dispuesta a explayarlo todo en el papel, empezé a hacer bailar a la birome, como quien pinta un cuadro llené los diez renglones, pero salteándome algunos pasos, y de pura indecisa cuando leí, desprendí la hoja y la tiré.
Así pasó con la segunda, la tercera, y a la cuarta no se lo permití, tantos intentos para tratar de explicarle al papel que no tenía nada para decirle hoy, y que quedaría vacío, en el mismo lugar para cuando venga inspiración y me cautive una vez más.
Pero unos días no se podía esperar, que se enfriaban las tapas de la libreta, y que lo dejaba así sin más, entonces le dediqué mi pensamiento a inspiración, que no la preciso, que no la quiero esperar, y al fin y al cabo, me decidí a escribir sobre el día que las palabras no se querían soltar.
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