sábado, 28 de agosto de 2010

Desde la C hasta la A pinté en mi llorar.

Camila vino cuando vino la aurora,
Vino con alfileres en el corazón,
Pasaba el tiempo y se fumaba las horas,
Cenaba conmigo así mataba el bajón.

Ella vestia de sonrisas su boca,
La misma que los sábados moria yo por besar.
A esas tardes no las cambio por nada,
Recuerdo que faltaba a clases pa' verla bailar.

Recostada la miraba en la mañana,
Y sus ojos son ventanas,
Y sus piernas como puertas que se abren,
Así entro en el placer de junto a ella amanecer.

Y su barrio era un tanto precario,
Recorría calles sin nombre,
Y sin reproches, se entregaba a la noche,
Cantándole a los magos que la hagan desaparecer.

Y un mediodía, sentada en el campo,
encendí la radio y en últimas noticias,
Mi cuerpo se estremeció.
Era Camila, había colgado su vida,
En aquél baldío de Cordón.

Y acostada entre la hermosa pradera,
Si una a saludar viniera,
No le podría contestar.
Y si lo hiciera, que me quemen en la hoguera,
De aquél tétrico y sombrío lugar.

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