martes, 29 de marzo de 2011

En cierta manera creo que soy flor violeta.


Mi casa queda en un rinconsito en lo más profundo del mundo. Si ves en el mapa, nunca se encuentra. Sin embargo, yo sé cuando estoy en casa porque me irradia esa energía, tan agradable y sincera que cuando me siento a gusto en otro lugar, al instante digo: ¡como en casa!.
Yo sé que no hay lugar como mi casa. En casa las tardes de sol son lo mas refrescante en tiempos de estudio y responsabilidades. Y hoy estoy en una de esas tardes: sentada sobre un cómodo almohadón rojo en donde comienza el escenario, que es donde me paso la mayoría del tiempo cuando estoy en casa. El escenario es el fondo de casa, y le llamo así porque siempre tiene lo mismo, pero si una se queda observándole por mucho tiempo, se da cuenta que siempre cambia de escena. En esta misma tarde habré visto más de seis pasajes de escena. Primero el sol golpeaba fuerte en mi cara, y luego el cañaberal se mecía de lado a lado como hamacas con el viento. Luego al paraíso (que desde un 24 de marzo está acostado sobre el pasto debido a un temporal), logré contemplarlo calmo y vivo, como siempre. Y de un momento a otro las perras correteaban de un lado a otro saltando de lado a lado del tronco, y así un montón de escenas más. El escenario es bonito y también tiene una palmera de la cual nace un fruto butià. Pero lo que más me llama la atención de él, son unas flores violetas que andan como enredadera por todos lados de donde se lo observe. Cuando están enrolladas, son fucsia y en su comienzo blancas. Luego, cuando florecen son violetas, muy violetas radiantes. En un costado repleto de arbustos, con pequeños coquitos amarillos, aparece una de ellas y se queda. Y resalta. Luego al otro costado repleto de arbustos, aparece la enredadera de flores violetas de vuelta. En cada rincón del escenario, por más alejado que esté se encuentra una de ellas. Miré hacia el techo de la casa del vecino y habían un par también.

En cierta manera a veces me siento como ellas. Rodeada de arbustos, hojas de paraíso, techos de casas, siempre están ahí. Y siempre son violetas. No cambian de color por cambiar de escena.

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