jueves, 14 de octubre de 2010

Qué mas va a hacer la felicidad, sino el éxtasis de la vida.

Nadé en el principio en un mar de placenta y formación fetal completamente inconscientes ella y yo de lo que vendría después.
Un día que salí cual pájaro rompiendo el huevo, me entregué a desarrollar mis alas y aunque sea por un tiempo, y lo haya sido, volar.
Tomé mil trenes, emprendí mil viajes y algunos me llevaron a destinos desconocidos, y otros a mansiones llenas de puertas abiertas que escondían mundos impregnados de cosas lindas y personas de las que mucho supe aprender.
Mandé a la mierda a cupido y también amé sintiendo lo gratificante de escuchar el yo también al despedirla. Bailé en un antro que en difuminado a lo que se parecía mas era a carnaval. Luché también contra múltiples engaños del sistema y la sociedad, contra enredos de democracia hipócrita y construí junto a mi familia una pirámide alimenticia que no cortara con la vida de la especie animal.
Me ahogué en mis lágrimas más profundas queriendo hundirme en una avalancha de tierra firme, deseando una siesta profunda como solución al mar de lagrimales, y entonces miles de colores se transformaron en energía positiva aterrizando en una mejor realidad y convirtiéndome en semilla, para crecer de nuevo como una flor.
Escribí cartas, respire fragancias de flores macho y flores hembra, canté, grité y hasta sembré tulipanes en vaivén con el viento.
Y en estos viajes de goze y aprendizaje palidecí ante el furor de esa inigualable rueda que entre vuelta y vuelta a veces nos hace rodar; sin mucho hablar me rendí ante una tarde en el jardín que luego me presentaría a la única flor a la que más fiel le podría ser: a la vida misma.

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